Cambio de paradigma en el turismo de Mallorca
Jaume Garau
Artículo publicado a Diario de Mallorca el 19/08/2020
La crisis sanitaria y económica del Covid-19 está golpeando intensamente el negocio turístico y a buena parte de la sociedad balear. Más aún, el concepto de desarrollo turístico también ha entrado en crisis. Desde los años 60 el turismo creció de una manera imparable. Ninguna de las crisis internacionales logró pararlo. Al principio los mallorquines no queríamos creer que el turismo era un negocio serio y estable. A mitad del camino ya nadie dudaba de que el turismo se había convertido en una industria, estable y universal. Veíamos que el crecimiento era espectacular y que creaba algunos problemas sociales y ambientales, pero parecía que de alguna manera se iban paliando. Negábamos cualquier valor a las ideas minoritarias de limitación y reconversión.
Los últimos 60 años hemos crecido a un ritmo de 498.000 pasajeros cada año en el aeropuerto de Palma. Este crecimiento no fue discutido ni refrendado democráticamente. Se inició con el franquismo y con el primer gobierno autonómico en el año 1983 ya pasaban por el aeropuerto casi 9 millones de personas. El modelo estaba creado?y hasta hoy. Basado en el ciclo de “crisis-recuperación-crecimiento”, contaba con el liderazgo del sector hotelero, con la administración poniéndoles la alfombra unas veces y otras intentando corregir los efectos negativos. Entre todo ese sistema de gobernanza, el ecologismo alzaba la voz y protegía parte del territorio a base de grandes movilizaciones. ¿Para cuando un homenaje al GOB?
Ahora -como en cada crisis- parece que hay un amplio consenso político y económico sobre la necesidad de un nuevo modelo económico basado en las limitaciones ecosociales y económicas de nuestra isla. Para nosotros este nuevo modelo económico se debe basar en un nuevo paradigma que a mi juicio tiene cuatro dimensiones.
La primera es la de una gobernanza inclusiva. No es suficiente con que el gobierno y los agentes sociales se pongan de acuerdo. Es imprescindible incorporar a más gente, especialmente a la sociedad civil, conformada por entidades sin afán de lucro que persiguen un interés general y que motivan la participación de una amplia parte de nuestra sociedad.
La segunda dimensión de ese nuevo modelo es la reconversión del sector turístico. Eso quiere decir tener como objetivo reducir la cantidad y aumentar la calidad. Una propuesta para Mallorca podría estar entre 8 y 9 millones de turistas al año, en establecimientos de mayor calidad, más repartidos durante todo el año y más diversificados en el territorio. Un tercer aspecto del nuevo modelo económico debería ser el necesario Plan de Transición para fijar objetivos estratégicos, buscar y gestionar las inversiones necesarias para diversificar nuestra economía, haciendo crecer la industria, la construcción y la agricultura, para también poder crear empleo y compensar la pérdida del sector turístico.
Por último, la cuarta dimensión de ese nuevo modelo económico, es crear el marco jurídico y administrativo que facilite inversiones privadas y públicas para afrontar el cambio climático, hacer una transición hacia energías renovables, el cambio hacia la sociedad digital. En definitiva, inversiones para proyectos de la llamada economía verde y azul, para la prevención y control de la contaminación, la gestión sostenible de los recursos naturales, la seguridad hídrica, la conservación de la biodiversidad, para un transporte limpio tanto terrestre como marino, así como para desarrollar un amplio programa de vivienda pública y para la atención al envejecimiento de la población.
Para que eso sea posible hay que ampliar todavía más las formas de diálogo entre instituciones y actores sociales. No puede ser que cada nivel administrativo se cierre en banda escudándose en sus competencias. Un caso muy relevante es el de la administración del Estado en tres aspectos fundamentales para el nuevo modelo económico: la mejora de financiación basada en nuestra realidad actual y nuestro proyecto de futuro: una apertura de AENA a la gestión compartida del aeropuerto sobre el crecimiento de pasajeros en los próximos años y una gestión portuaria de Palma muy diferente con respecto a los megacruceros.
Trabajar para un nuevo paradigma turístico debería ser una cuestión de estado. Aquí la izquierda y la derecha deben pactar unos mínimos, trabajar con los empresarios, los sindicatos, la UIB y la sociedad civil. Es un cambio de mentalidad necesaria dada la magnitud de la crisis que tenemos. Pero quizás por ello ahora el consenso sea menos imposible.